viernes, 16 de diciembre de 2016

Hacia arriba


“El crecimiento no se puede parar”, esta frase vino tal cual en medio de la noche, y se quedó conmigo. Cuando imagino los pies doloridos de las japonesas de otras épocas, que a fuerza de ser vendados no crecían, comprendo mejor la envergadura de la frase. Eran pies bellos si los veías con el calzado puesto, pero verdaderas monstruosidades desnudos. 

Pensándolo bien, si evitara crecer, se producirían malformaciones que lucharían siempre por salir y, en su búsqueda de una salida, harían ver las cosas del revés, afearían la expresión de la cara o harían que nos reprimiéramos por no estar preparados para expresarnos. En muchas ocasiones he querido dejar de plantearme cosas, ocasiones en las que me digo: nopienses, quédatecómoestás, totalestásbienasí, y lo cierto y verdad es que lo consigo durante un tiempo. Pero cuando menos me lo espero, me sorprendo de nuevo en el camino buscando una salida para lo que lucha por crecer dentro de mí. Es una inquietud que me acompaña desde niña. Me recuerdo siempre buscando sentirme mejor conmigo misma y con los demás. Un buen día mi amigo C. me decía  que cuando se está en el camino, ya nunca se puede abandonar. Y es cierto: tal vez necesite de vez en cuando sentarme un rato en la cuneta a verlas pasar, a descuidar el crecimiento, a no vitaminarme ni mineralizarme, pero al final vuelvo a emprender la marcha hacía mí misma para conocerme y sentirme mejor. Inevitablemente cuando esto ocurre, noto que los que hay a mi alrededor también sonríen más, están más receptivos y abiertos. Mi crecimiento hace que los demás crezcan de manera espontanéa, y viceversa. Das y recibes, y recibes y das, sin saberlo. Esto es un no parar…

Los sistemas en los que vivo están en continuo cambio, me hacen crecer, aumentar la capacidad de recuperación, de disfrute,… Pero claro, esto será así siempre y cuando madure hacía arriba y vea lo positivo de las cosas. De lo contrario las experiencias pueden hacer crecer hacia abajo, escondiendo las raíces cada vez más profundamente, donde falta el oxígeno y la luz. Entonces cabe el riesgo de volverse tóxico para con uno mismo y para con los otros, arrastrando al lado oscuro a quien está cerca para reforzar así las propias teorías fatalistas. Te conviertes en el típico "dameunasoluciónquetedoyunproblema" que lo ve todo negro, que no entiende que rían alrededor.

El crecimiento no se puede parar, tengas la edad que tengas, seguirás progresando y desarrollándote si es eso lo que deseas. Bonito saber que tenemos un camino por delante a nuestra medida porque está hecho por y para nosotros, con sus áreas de descanso, peajes, curvas,  rectas... Yo lo tengo claro: cre(c)eré en el futuro.

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